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Hoy reescribimos una fábula

Hoy reescribimos una fábula

Hoy queremos compartir una fábula.

Estarás pensando, «¡otra vez!»

Si lees estos correos todas las semanas, sabrás que nos gustan y de vez en cuando compartimos alguna que nos parece que tiene relación con el mundo inmobiliario.

Pero esta semana simplemente vamos a compartir una fábula y le vamos a dar la vuelta para que termine como a nosotras nos gustaría (luego nos puedes dar tu opinión, igual te gusta más la original), sin más pretensión que contar una historia.

Aquí la tienes:

En lo profundo de un bosque, vivía una pequeña luciérnaga. No era la más veloz, ni la más grande, pero tenía algo: su luz era suave, cálida y constante, iluminando discretamente los senderos de otros seres del bosque.

Una noche, mientras volaba tranquila cerca del lago, la luciérnaga notó que alguien la seguía. Era una de sus compañeras. 

Decidió detenerse entre las ramas altas de un ciprés. Esperó hasta que su compañera estuvo a su lado.

—¿Por qué me sigues? —preguntó la luciérnaga.

—Porque brillas —respondió la compañera.

—Pero tú también brillas —le dijo.

—Lo sé 

—¿Te hice algo? —preguntó.

—No.

—¿Te molesta mi luz?

—Sí.

—¿Por qué?

La compañera hizo una pausa. No sabía muy bien cómo explicarlo. Finalmente respondió

—Porque cuando tú brillas, otros te miran. Y yo pienso que paso desapercibida.

Nuestra luciérnaga, voló hasta estar más cerca de su compañera.

—No brillo para ser vista —dijo con ternura—. Brillo porque es lo que soy, es lo que sé hacer.

La compañera desvió la mirada.

—No intento hacerte sombra —continuó —. Tampoco busco competir contigo. Tú tienes tu forma de ser, pero eso no apaga mi luz, ni mi luz debería apagarte a ti.

La compañera la observó en silencio. Por primera vez, notó que la luz de nuestra luciérnaga, no era arrogante, simplemente… estaba. Y comprendió que quizás no era la luz lo que le molestaba, sino su propio deseo de ser vista de otra manera.

—Tal vez he estado mirando hacia fuera, en lugar de mirar hacia dentro — dijo esta vez la compañera sin rencor, y tranquilamente siguió su camino.

 Y así nuestra pequeña luciérnaga siguió su vuelo. No más brillante, no más opaca. Simplemente ella. Y esa noche, el bosque se llenó de una luz serena.

A nosotras nos gusta mucho nuestra versión, creemos que cada uno de nosotros puede encontrar su forma única de brillar sin necesidad de apagar a nadie.

¿Qué opinas? Nos encantará saberlo.

Con cariño.

Rocío y Mónica

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Mónica & Rocío

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